Wilson Ferreira
CIUDAD DEL ESTE
Ciudad del Este, la segunda ciudad más importante del Paraguay y motor comercial del Alto Paraná, experimenta desde hace años una transformación demográfica y económica que no ha venido acompañada del desarrollo urbano necesario. Con cerca de medio millón de vehículos matriculados en el departamento y una infraestructura vial obsoleta, el día a día en esta ciudad fronteriza se ha convertido en una carrera de obstáculos sobre ruedas.
Entre las seis y las ocho de la mañana, y luego desde las catorce hasta las dieciocho horas de la tarde, CDE entra en una especie de parálisis motorizada. En esa franja crítica, las principales avenidas se convierten en corredores congestionados, caóticos e ineficientes, donde la paciencia es casi tan escasa como las alternativas de transporte público.
Los nudos más problemáticos se sitúan entre la rotonda del Área 1 y el kilómetro 10 de la ruta PY02, así como en puntos vitales como la intersección de la avenida Pioneros del Este con Alejo García, Bernardino Caballero y Concejal Romero. A esto se suma la rotonda Oasis, donde se descarga el tráfico de la avenida Pioneros del Este sobre la ruta PY02. La misma escena se repite desde la avenida Carlos Antonio López, tanto para salir había el Brasil, como para ingresar, sobre la PY02. En días de mucho movimiento comercial, el microcentro, literalmente se paraliza.
“La ciudad sigue teniendo las mismas calles y avenidas de hace 40 años, pero ahora con cientos de miles de motos y vehículos circulando diariamente”, lamenta el exconcejal municipal Eulalio Romero. Para él, el problema no es nuevo ni aislado; es la consecuencia directa de años de crecimiento desordenado, falta de planificación urbana y promesas incumplidas.
Los famosos 20 buses eléctricos adquiridos por la Municipalidad hace algunos años, que hoy cubren apenas tres líneas, fueron presentados como el inicio de una solución innovadora. Pero en la práctica, resultaron insuficientes ante una demanda mucho mayor.
IRREGULAR. Lamentablemente el servicio convencional opera sin frecuencias fijas, sin cobertura nocturna y sin garantías mínimas de puntualidad, el transporte público ha sido abandonado por la ciudadanía, que prefiere movilizarse en vehículos particulares. Solo los buses eléctrico no dan abasto.
“Entonces, la gente se mueve como puede, en lo que encuentra. Así vemos miles de motos, autos, camionetas circulando al mismo tiempo por los mismos tramos. Y todos tienen que llegar a la misma hora al trabajo o a la escuela”, agrega Romero.
Uno de los puntos críticos que ya forma parte del paisaje habitual es el entorno del Mercado de Abasto Municipal, en la avenida Bernardino Caballero. Aquí el caos no tiene horario: Los embotellamientos son una constante que se agrava durante los días feriados, cuando el flujo de compradores se multiplica.
Pero el desorden no se limita a las calles internas. Las rutas PY02 y PY07, vitales para conectar Ciudad del Este con otros distritos y departamentos, registran filas de hasta un kilómetro durante las horas pico. La saturación de estas vías es tan visible como cotidiana, y muchos conductores ya lo asumen como parte inevitable del trayecto.
La avenida San José, otra de las arterias fundamentales, permanece saturada buena parte del día. Todo se mueve sobre esta ruta, por lo que se necesita avenidas paralelas, caminos alternativos, y sobre todo, un sistema de circulación eficiente. En el caso de la rotonda del Área 1, por ejemplo, un viaducto podría aliviar notablemente el flujo.
Ciudad del Este está creciendo, y eso no es necesariamente una mala noticia. El problema es que ese crecimiento ha sido más rápido que la capacidad del Estado para ordenar y acompañar ese proceso. A la falta de inversión en infraestructura vial se suma la ausencia de una visión metropolitana, de un modelo urbanístico que conecte barrios, servicios y espacios productivos sin saturar las mismas rutas de siempre.
UN SUPLICIO. El kilómetro 3,5 y el kilómetro 10 también forman parte de los puntos críticos donde la movilidad se vuelve un suplicio. Calles estrechas, falta de semáforos inteligentes, veredas invadidas por vendedores, escasa fiscalización y una cultura vial débil convierten cada trayecto en una prueba de resistencia.
